Cuando miro a mis hijos jugar y correr por toda la casa, no puedo evitar pensar en lo difícil que es calmarlos una vez que están en pleno frenesí. Sé que muchos padres sienten lo mismo: esos momentos en los que necesitan un respiro porque sus críos están en plan gritón indimable.
Con el tiempo, he aprendido que no siempre se trata de “hacer que se sienten quietos”, sino de crear espacios en los que todos podamos relajarnos, desconectar un poco y simplemente respirar. Por eso últimamente me he enfocado en organizar días de bienestar en casa, donde el objetivo no es cumplir con una agenda ni tenerlo todo perfecto, sino encontrar un equilibrio entre diversión, calma y cuidado personal.
Y sí, una parte importante de esos días es la sauna.
Preparando el espacio
Lo primero que hago es preparar la casa. Suena simple, pero hace una diferencia enorme. Limpiar un poco, organizar los juguetes y definir un “espacio de bienestar” ayuda a que todos sepan que hoy la prioridad es la calma y no el caos habitual. No necesito un salón enorme ni nada sofisticado, basta con un rincón despejado donde poner la sauna, algunas mantas, cojines, y una luz cálida. Incluso coloco una música suave de fondo para que la sensación de relajación empiece desde el momento en que entramos en ese espacio.
Antes de encender la sauna, les explico a los críos que vamos a tener un día diferente, uno donde todos nos vamos a cuidar un poco más. Les cuento que habrá momentos para jugar, momentos para descansar y momentos para probar nuevas formas de relajarse. Es increíble cómo los niños responden a la estructura cuando se la explicas de forma sencilla y clara, porque aunque parezca que no escuchan, captan el ambiente y la intención detrás de cada actividad.
Una vez que todo está listo, preparo bebidas frescas y snacks saludables. No hace falta complicarse: fruta cortada, nueces o yogur funcionan perfecto. La idea es que nadie tenga que levantarse de manera constante y que todo esté a mano, creando un espacio donde la relajación se pueda mantener durante varias horas.
Actividades previas a la sauna
Antes de entrar en la sauna, organizo actividades ligeras que ayuden a canalizar la energía de los niños. Juegos de mesa, pintar o armar puzles son perfectos. Esto no solo les permite entretenerse, sino que también reduce la necesidad de moverse sin control cuando llegue el momento de relajarnos.
A veces, incluso hago pequeños retos o dinámicas de respiración, que los niños adoran porque los hago de manera divertida, como contar mientras respiramos profundamente o hacer “carreras de burbujas” imaginarias.
He notado que estos minutos previos preparan mucho el cuerpo y la mente, y hacen que la transición a la sauna sea mucho más fácil para todos.
La importancia de la rutina de relajación
Una rutina que todos podamos seguir antes de entrar a la sauna les ayuda a preparar su cuerpo y su mente para lo que vamos a hacer, y lo he comprobado.
Por ejemplo: beber agua, ponerse ropa cómoda, explicarle los pasos a los niños. Durante la sauna, me aseguro de que el ambiente sea seguro y tranquilo: luz suave, ventilación adecuada y música relajante si queremos. Después, un rato de descanso con mantas y cojines, a veces acompañados de un cuento o conversación tranquila.
Esta rutina funciona mucho mejor que intentar “forzar” la calma de golpe. Mis hijos saben lo que viene y, aunque aún tienen momentos de energía explosiva, hay una transición mucho más suave entre la actividad y la calma. Al final del día, todos nos sentimos más conectados, más tranquilos y listos para continuar con nuestras actividades cotidianas sin estrés acumulado.
Beneficios de la sauna para el estrés infantil
Los expertos de SaunasLuxe, fabricantes de saunas finlandesas a medida, taquillas, cabinas sanitarias y otros productos de vestuario, me explicaron que, aunque los niños no deben pasar demasiado tiempo dentro de una sauna, la exposición moderada al calor controlado puede ser beneficiosa para reducir el estrés. Lo que más me llamó la atención fue cómo relacionaron la experiencia de la sauna con la calma mental: el ambiente cálido y silencioso ayuda a que los niños disminuyan su ansiedad y aprendan a asociar ciertos espacios con relajación.
Lo que hago en casa es: la sauna la uso principalmente yo y los adultos, mientras los niños tienen un espacio cercano con mantas y cojines. Lo importante es que sientan el ambiente de calma, la música suave, la respiración profunda y la pausa en la rutina diaria. Esto genera un efecto indirecto en ellos: incluso si no están dentro, observan cómo nos relajamos, imitan el ritmo respiratorio y aprenden a gestionar mejor sus emociones.
Momentos de diversión consciente
Parte de que funcione es mezclar momentos de calma con momentos de diversión. Después de usar la sauna y de tomarnos un tiempo para relajarnos, me gusta organizar actividades que sean entretenidas pero que no se salgan de control. Pueden ser juegos de construcción, pintar, hacer manualidades o incluso bailar un poco con música tranquila.
Lo importante es no obligar a los niños a estar quietos, sino darles opciones para moverse de manera consciente. Cuando ellos pueden jugar, expresarse y moverse sin que haya gritos ni caos, todo se siente más relajado. La energía se canaliza sin que nadie se frustre, y todos podemos disfrutar más del día.
También me gusta participar con ellos. Hacer los juegos juntos ayuda a que se sientan acompañados y, al mismo tiempo, nos permite a los adultos relajarnos mientras compartimos tiempo de calidad.
Al final, estos momentos de diversión consciente hacen que todo el día de bienestar fluya mejor, que los niños se sientan contentos y tranquilos, y que nosotros podamos disfrutar sin estrés.
Cuidado personal para todos
Otra parte que me gusta mucho de estos días es incluir cuidados sencillos que sirvan para todos. A veces ponemos mascarillas faciales, usamos cremas hidratantes, damos masajes suaves y, claro, aprovechamos la sauna. No es nada complicado ni con prisas, solo momentos para relajarnos y sentirnos bien. Mientras lo hacemos, les explico a los niños que estos ratos son para cuidar nuestro cuerpo y nuestra mente, y no para cumplir con algo obligatorio.
Lo que más me encanta es cómo aprenden solo mirando. Ven que cuidarse no es aburrido ni difícil, sino algo que forma parte del día a día y que nos hace sentir mejor. Poco a poco, los niños van adoptando estos hábitos de manera natural, sin que tengamos que insistir. Además, se nota cómo están más tranquilos y equilibrados durante el resto del día.
Al final, estos pequeños cuidados no solo nos ayudan a los adultos a relajarnos, sino que también enseñan a los niños a valorar su bienestar desde temprano. Y eso, sin darse cuenta, se convierte en algo que les acompañará siempre.
Integrando la relajación en la vida cotidiana
La idea es que la calma sea parte de la vida todos los días. Después de estos días, solemos hacer pequeñas pausas en casa: respirar un rato, leer algo tranquilo o estirarnos un poco antes de dormir. Son cosas sencillas, pero ayudan a que la sensación de relajación dure más tiempo y todos nos sintamos mejor.
También aprendí que hay que ser flexible. No siempre todo sale como lo planeas, y a veces los niños están demasiado activos para seguir cada paso de la rutina. Está bien. Lo importante es la intención: crear un momento y un espacio donde todos podamos desconectar y cuidarnos. Incluso unos minutos de calma ya hacen la diferencia.
Consejos prácticos para un día de bienestar
- Planifica sin presión: No necesitas un día completo perfecto. Un par de horas pueden ser suficientes para notar los beneficios.
- Prepara el espacio con anticipación: Cojines, mantas, luz cálida y música tranquila ayudan a crear el ambiente.
- Incluye actividades previas: Juegos, puzles o pintura ayudan a canalizar la energía de los niños.
- Rutina clara: Explica qué va a pasar en cada momento, para que los niños se sientan seguros.
- Equilibrio entre descanso y juego: Alterna momentos de relajación con actividades ligeras y conscientes.
- Cuidado personal: Incluye pequeños rituales de autocuidado para adultos y niños.
- Flexibilidad: Ajusta la duración y las actividades según la energía de los niños.
Como ves, puede ser un plan divertido
Organizar un día de bienestar en casa ha cambiado mucho la manera en que manejo el estrés diario, tanto mío como el de mis hijos. No se trata de tener todo perfecto, sino de encontrar momentos para cuidar nuestro cuerpo y nuestra mente, aprender a relajarnos y enseñarle a los niños que la calma es parte de la vida.
Al final del día, lo que más importa no es la sauna, ni la música, ni los cojines. Lo que importa es que hemos creado un espacio donde podemos respirar, compartir y reconectar con nosotros mismos. He notado que, después de estos días, la casa se siente más ligera, los niños más tranquilos y nosotros, los adultos, más capaces de manejar el estrés cotidiano.
Si algo he aprendido es que no hace falta un retiro caro ni planes complicados para encontrar bienestar. Basta con un poco de preparación, creatividad y la intención de cuidar de uno mismo y de quienes nos rodean. Y la sauna, más que un lujo, se ha convertido en un aliado silencioso que ayuda a que todo esto sea posible.