Vengo aquí a contar mi historia con los probióticos. Y ya os voy diciendo que esto acaba con final feliz, con un gran final. Ahora bien, es cierto que como os pasará a vosotros, habéis escuchado algo, pero no lo sabías del todo. Eso me pasó a mí, hasta que comencé a investigar más a fondo, y a ver ciertos cambios en mi salud. Fue en ese momento cuando conocí el poder que tienen. Hoy quiero compartir lo que he aprendido sobre ellos y cómo han marcado una diferencia tanto en mi vida como en la de mis hijos.
Vamos a explicar un poco la situación. Los probióticos son microorganismos vivos. Son principalmente bacterias “buenas”, que al ser ingeridos en cantidades adecuadas aportan beneficios a la salud, sobre todo al sistema digestivo. Los que hemos pasado por problemas, como yo, sabemos de lo que hablamos. En mi caso, desde mi adolescencia sufro de colon irritable.
Nunca me han sabido decir la razón, lo único que sé es que llevo media vida con ella, y que en cualquier momento se presenta. Son dolores fuertes de barriga que acaban en una diarrea que suele durar unos 10 minutos. Me suele pasar con los cambios de temperatura, cuando estoy muy nervioso o cuando hago comidas muy copiosas.
Los síntomas pueden empeorar durante unas semanas o un mes y luego disminuyen durante algún tiempo. En otros casos, los síntomas están presentes la mayor parte del tiempo. No hay un examen para diagnosticar el SII. Los síntomas difieren de una persona a otra, y van de leves a graves. La mayoría de las personas tiene síntomas leves. Se dice que una persona tiene este síndrome cuando los síntomas han estado presentes por al menos 3 días al mes durante un período de 3 meses o más.
Bacterias amigables
Pero volvemos a los probióticos. A veces se los llama “bacterias amigables” porque ayudan a mantener el equilibrio natural de microorganismos en nuestro intestino. Ahora mismo en un mundo donde el estrés, (como es mi caso), los antibióticos, la mala alimentación y otras agresiones externas pueden alterar nuestra flora intestinal, contar con estos refuerzos naturales como los probióticos puede marcar una gran diferencia. Y es que es algo que ha venido para quedarse.
En mi caso, comencé a tomarlos después de un tratamiento con antibióticos que me dejó con molestias digestivas constantes. La verdad es que me sorprendió lo rápido que noté mejoras. De repente ya no tenía hinchazón, hacía una mejor digestión e incluso una sensación general de mayor energía. Pero lo más interesante fue cuando comencé a dárselos a mis hijos. Ahora bien, siempre bajo la recomendación de su pediatra, y vi que también a ellos les ayudaban, especialmente durante los cambios de estación, cuando las defensas bajan o cuando habían tomado antibióticos.
Recuerdo que probé Probactis Strep y la verdad es que me fue muy bien. Como dice esta empresa, la microbiota oral está compuesta por el conjunto de microorganismos que habitan en el oído, nariz y garganta y son fundamentales para tu bienestar inmunitario, ya que son la primera línea de defensa de entrada de otros microorganismos externos.
Como asegura esta empresa, este producto actúa de forma especifica en la cavidad orofaríngea, que es la primera línea de defensa de entrada de microorganismos. Además, produce sustancias antimicrobianas naturales no dejando que otros microorganismos puedan crecer.
Está demostrado que en los niños, los probióticos pueden ayudar a reducir episodios de diarrea, fortalecer el sistema inmune, e incluso colaborar en casos de cólicos o alergias. Me dio tranquilidad saber que existen productos especialmente formulados para ellos, suaves y seguros.
En la alimentación
Hoy, los incluimos en nuestra alimentación de cada día. Seguro que os estáis preguntando cómo lo hacemos. Pues lo primero con yogures con cultivos vivos, suplementos en gotas o sobres, y alimentos fermentados como el kéfir o el chucrut.
Ahora bien, que nadie se piensa que se trata de una “cura mágica”, para nada, pero sí de una herramienta natural que nos ayuda a mantenernos más equilibrados desde adentro. Por eso, mi consejo, desde mi experiencia, es no subestimar el impacto que una buena salud intestinal puede tener en nuestro bienestar general. Y los probióticos, bien elegidos y utilizados con criterio, son un excelente apoyo para lograrlo.
Ojalá que este consejo que os estoy dando os sirva para mejorar vuestro sistema digestivo, pero también el de toda la familia.