El sábado por la mañana es el momento más feliz de la semana para mí. Lo es desde que era un niño. Y lo es porque era el momento en el que mi padre y yo hacíamos cosas. Es cierto que estoy hablando de los años 80, y claro, el ocio de ese tiempo en familia era muy diferente al que se vive ahora.
Solo os puedo decir que una de las cosas que hacíamos era irnos al pueblo y comenzar a sembrar o recolectar en un huerto que teníamos. Y claro, eso ahora también se puede hacer, pero no es lo mismo.
Sé que otros prefieren el viernes por la noche, o el sábado para salir de fiesta. Incluso a mucha gente le gusta el domingo para tirarse en el sofá y ver series y películas, pero en mi caso es el sábado por la mañana. Y desde que fui padre es algo que he intentando trasmitir. Vivimos unos tiempos en los que la comunicación entre padres e hijos es complicada. Eso de que no hablamos el mismo idioma es una realidad, pero por eso precisamente, somos los padres los que tenemos que buscar salidas para poder entendernos.
Desde que mi pareja y yo decidimos ser padres, es algo que tenía muy claro, los sábados por la mañana iban a ser para nosotros. Y así lo hemos hecho. Os voy a contar algunas de las actividades que hacemos mi hijo y yo, y la verdad es que ha servido para acercarnos un poco más. Eso sí, siempre respetando nuestro espacio y pensando que yo no soy su mejor amigo, sino que soy su padre con lo que eso conlleva, para bien o para mal.
La búsqueda del tesoro
Esto está claro que depende de la edad que tenga tu hijo, pero en mi caso, recuerdo que cuando era un crío, es decir cuando tenía unos 4 años. Jugábamos a la búsqueda del tesoro en el parque.
Era tan sencillo (o complicado depende de cómo se mire) como organizar un mapa o escribir pistas de cosas que teníamos que buscar por el parque. La verdad es que es muy divertido, además es cierto que los sábados por la mañana no había mucha gente, y podíamos hacer una especie de ruta para los dos. Ahora siempre que pasamos por ese parque, mi hijo me lo recuerda.
Ir a desayunar juntos
Sé que muchos padres juegan con sus hijos a cocinar. Quizás por todos esos programas de la televisión que se han puesto de moda. Pero yo tengo que reconocer que lo de cocinar no es lo mío. Así que lo que hago con mi hijo, y la verdad es algo que sobre todo en invierno, se agradece, es irnos a desayunar juntos. Es nuestro momento.
Recuerdo ir a El Moli Pan y Café y desayunar un café auténtico pero sobre todo una bollería como la que cuando yo era un niño comía. A mi hijo le encantan los croissants de mantequilla que hacen. Sin duda es una de las actividades que más me gustaba, porque me hacía volver a mi infancia.
Juegos de mesa
Es cierto que por culpa del tiempo no siempre se puede salir fuera de casa. Por eso, en esas mañanas lluviosas de sábado, lo mejor es quedarse en casa y jugar. En mi caso, me gustan mucho Los juegos de mesa o de cartas. A mí los que más me gustan son el Monopoly, Uno, Adivina quién o Parchís. La verdad es que nos lo pasamos en grande y se pasa la mañana en un plis plas. Estos juegos además de unirnos, sirve para darle al coco, y eso siempre es bienvenido.
Plantar un árbol
Para los afortunados que tengan un jardín, ya sabemos que con la pandemia fueron muchos los que apostaron por este tipo de casas y viviendas, pues pueden hacer lo de plantar un árbol con su hijo. Si no tenemos ese jardín, pues oye, lo que se puede hacer es plantarlo en macetas. La verdad es que así le impones un poco de naturaleza, pero también es divertido ver cómo cada sábado va naciendo un poquito más de la maceta. Es una excelente manera de enseñarles sobre la naturaleza y la responsabilidad esto supone.
Hacer una actividad de ciencia divertida
Como soy un fan de El Hormiguero he aprendido que la ciencia es divertida, por eso también me gusta mucho hacer algún experimento científico sencillo pero sorprendente. Por ejemplo, lo de crear un volcán con bicarbonato y vinagre, es muy divertido y no es peligroso. Pero ojo con lo de mezclar cositas que luego se lía parda.