La cirugía maxilofacial es una especialidad dentro de la odontología y la medicina que se encarga del diagnóstico, tratamiento y rehabilitación de diversas patologías que afectan la boca, la cara, el cráneo y el cuello. Como dentista, suelo explicar a mis pacientes que esta disciplina va más allá del cuidado dental tradicional, ya que interviene en problemas que pueden comprometer tanto la funcionalidad como la estética del rostro. Se trata de un campo quirúrgico altamente especializado que aborda desde procedimientos menores, como la extracción de muelas del juicio, hasta intervenciones complejas, como la reconstrucción ósea o la corrección de deformidades faciales.
Uno de los procedimientos más comunes dentro de la cirugía maxilofacial es la extracción de terceros molares impactados, más conocidos como muelas del juicio. Estas piezas dentales suelen erupcionar en una posición incorrecta o quedar atrapadas dentro del hueso, lo que puede provocar dolor, infecciones o daños en los dientes vecinos. En estos casos, la intervención quirúrgica es necesaria para evitar complicaciones mayores. Otra de las razones frecuentes por las que se recurre a esta especialidad es la corrección de maloclusiones severas mediante cirugía ortognática. Algunas personas presentan desalineaciones mandibulares que no pueden solucionarse únicamente con ortodoncia, lo que afecta su capacidad para masticar, hablar y respirar correctamente. La cirugía ortognática permite reposicionar los huesos de la mandíbula y el maxilar para lograr una oclusión funcional y una armonía facial adecuada.
Además de estas intervenciones, este tipo de cirugía también se ocupa del tratamiento de traumatismos faciales. Los accidentes pueden causar fracturas en los huesos del rostro, como la mandíbula, el maxilar o los pómulos, y es fundamental restablecer la estructura ósea de manera precisa para evitar problemas a largo plazo. En estos casos, el cirujano maxilofacial trabaja para restaurar tanto la funcionalidad como la apariencia del paciente, utilizando técnicas avanzadas de fijación ósea y reconstrucción.
Otro ámbito en el que esta especialidad desempeña un papel crucial es en la cirugía reconstructiva, especialmente en pacientes con defectos congénitos, como el labio y paladar hendido, o en aquellos que han sufrido pérdidas óseas debido a enfermedades o tumores. Gracias a los avances en la implantología y la regeneración ósea, hoy es posible devolver a estos pacientes una mejor calidad de vida, permitiéndoles recuperar funciones esenciales como la alimentación y el habla.
Los problemas en la articulación temporomandibular (ATM) también pueden requerir intervención quirúrgica cuando los tratamientos conservadores no logran aliviar el dolor o la limitación del movimiento. Esta articulación, tal y como nos relata la Dra. Blanca Castro de la clínica dental Castro Ferreiro, es clave para la función masticatoria y cualquier alteración en su estructura puede causar molestias severas, chasquidos al abrir la boca o dificultad para masticar. En estos casos, la cirugía puede ser necesaria para corregir la posición de los discos articulares o eliminar anomalías óseas que interfieren con su correcto funcionamiento.
En el campo de la implantología, la cirugía maxilofacial juega un papel fundamental en la colocación de implantes dentales. Algunos pacientes presentan pérdida ósea significativa y requieren técnicas avanzadas, como injertos óseos o elevación de seno maxilar, para crear una base sólida donde puedan integrarse los implantes. Gracias a estos procedimientos, se pueden rehabilitar sonrisas completas y devolver la función masticatoria a personas que han perdido varias piezas dentales.
¿Qué beneficios para la salud tiene el uso de esta técnica?
Además de los beneficios habituales, la cirugía maxilofacial tiene un impacto positivo en otros aspectos de la salud que muchas veces pasan desapercibidos. Uno de ellos es la reducción del estrés muscular y postural. Cuando hay una desalineación en la mandíbula o una maloclusión severa, los músculos faciales y cervicales trabajan en exceso para compensar el problema. Esto puede generar tensión en el cuello, hombros y espalda, contribuyendo a dolores crónicos e incluso migrañas. Al corregir estas alteraciones, la cirugía ayuda a relajar la musculatura y a mejorar la postura general del cuerpo.
Otro beneficio poco mencionado es la prevención del desgaste prematuro de los dientes y las encías. Cuando la mordida no está equilibrada, algunos dientes soportan más presión que otros, lo que puede llevar a fracturas, sensibilidad dental y problemas en la encía, como recesión gingival. La cirugía maxilofacial permite distribuir mejor las fuerzas masticatorias, reduciendo estos riesgos y prolongando la vida útil de los dientes naturales.
También se ha demostrado que esta especialidad contribuye a mejorar la fonación y la dicción. Algunas personas tienen dificultades para pronunciar ciertos sonidos debido a anomalías en la estructura ósea de su boca. La corrección quirúrgica puede facilitar la movilidad de la lengua y los labios, lo que se traduce en una mejora notable en la claridad del habla. Esto es especialmente importante en niños con problemas congénitos, pero también en adultos que han sufrido traumatismos o malformaciones.
En el ámbito neurológico, hay evidencia de que ciertos procedimientos maxilofaciales pueden reducir el riesgo de neuralgias faciales. Cuando hay compresión o irritación de ciertos nervios en la zona maxilofacial, pueden aparecer dolores intensos y punzantes, como ocurre en la neuralgia del trigémino. Algunas cirugías pueden liberar la presión sobre estos nervios y aliviar estos síntomas de manera permanente.
Por último, la cirugía maxilofacial también tiene un impacto positivo en la salud emocional y psicológica. Muchas personas con deformidades faciales o problemas funcionales severos experimentan ansiedad, depresión o baja autoestima debido a su apariencia o las dificultades diarias que enfrentan. Corregir estos problemas no solo mejora su salud física, sino que también les da una nueva confianza en sí mismos, lo que puede reflejarse en sus relaciones personales, su vida social e incluso en su desempeño profesional.